La
exigencia de una función social del arte ya formaba parte del radical
programa estético de los constructivistas rusos. ¿Pero cuál podría ser
la función social del arte hoy, bajo el imperio de un capitalismo que
todo lo acapara?
La pregunta por la función social del arte adquiere relevancia cada vez
que la sociedad y su sistema de organización se encuentran en crisis,
aun cuando nadie espera que el arte pueda efectivamente encontrar
soluciones a los desarrollo sociales fallidos. Para esto, se ha
concebido otros “sistemas operativos”. Ahora bien, los museos y galerías
a lo largo y ancho del mundo nos permiten observar cuánto le interesan
al quehacer artístico los temas medioambientales y el cambio climático.
Se trata de exposiciones que reaccionan a la catástrofe en el lugar de
los hechos, cuestionan la información, devuelven a la naturaleza un
valor estético o examinan en qué medida los trabajos utópicos de los
años 70 siguen teniendo actualidad. Hasta ahí, todo bien. Esto implica
que la práctica artística ofrece una forma distinta, poco común, de
visibilidad para un tema que, como es el caso del cambio climático, se
recoge en los medios mayoritariamente a través de dramáticas imágenes
catastróficas o curvas de datos.
El arte permite difundir nuevos modelos de roles y estilos de vida. ¿Qué
efectos puede tener eso? „Lo más importante es preparar la conciencia
de una vida compatible con el medioambiente‘, un poco en el sentido de
Parlament der Dinge (Parlamento de las cosas) “, dice el curador y
crítico Raimar Stange. Por lo mismo, las propuestas artísticas no tienen
necesariamente que ser aplicables a la vida diaria.
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